Conexión Asia

DF Conexión Asia | Un silencioso círculo virtuoso

Raimundo Soto Centro de Estudios Asiáticos UC

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Durante los últimos 40 años los países de Asia han desarrollado con sistematicidad y tenacidad una estrategia de educación basada en la capacitación técnica de alto nivel que, en muchas áreas del conocimiento, los tiene compitiendo a la par con los países desarrollados. Esta estrategia opera en dos niveles que se refuerzan mutuamente.

Un primer componente fundamental es el envío masivo de estudiantes de pre y postgrado a las mejores universidades del mundo, en particular las de Estados Unidos. Las cifras son elocuentes: de acuerdo con el Institute of International Education, en 1980 había alrededor de 300 mil estudiantes extranjeros en universidades de EEUU, de los cuales unos 100 mil eran asiáticos. Los estudiantes latinoamericanos llegaban exactamente a la mitad.

“La inversión en formación de profesionales permite a las economías asiáticas enfrentar con optimismo el futuro, en tanto que América Latina se ha dejado estar”.

Durante las siguientes cuatro décadas los países de Asia aumentaron sustancialmente su inversión en formación de profesionales, en tanto que América Latina se dejó estar. En 2020, de un millón de extranjeros estudiando en universidades norteamericanas, 700 mil eran asiáticos y menos de 75 mil eran de nuestra región. Chile no ha seguido tampoco el paso de los países asiáticos, pese al notable aumento en la riqueza nacional de las últimas tres décadas: si en 1990 había 1.100 chilenos capacitándose en Estados Unidos, en 2022 la cifra sólo había aumentado a 2.200 estudiantes.

Como es de esperar, entre los estudiantes asiáticos la proporción de chinos es mayoritaria. Pero, aunque China tenga más de 300 mil estudiantes activos sólo en EEUU, resulta sorprendente que muchas naciones asiáticas pequeñas y relativamente pobres hayan seguido el ejemplo, invirtiendo con mucha fuerza en la preparación de sus profesionales. Un ejemplo notable es Vietnam, que pasó de 2 mil estudiantes en 1995 a cerca de 20 mil en 2020. Nepal, cuyo ingreso per cápita es un quinto del chileno, aumentó de 600 alumnos en 1990 a más de 11 mil en 2022.

Un segundo componente fundamental de la estrategia asiática es que la masiva educación de estudiantes en las mejores academias del mundo permite que, a su retorno al país, se desarrollen las universidades locales y que éstas puedan acelerar la capacitación local y, de ese modo, el proceso de desarrollo económico. La evidencia también sugiere que una mejor capacitación facilita la adopción de nuevas tecnologías de producción más limpias y sustentables.

Según el último ranking mundial de universidades QS, entre las 50 mejores hay 14 asiáticas y ninguna latinoamericana. La universidad mejor catalogada en América Latina en 2022 se ubica en el puesto 69. Más aún, las universidades asiáticas ya han alcanzado los mismos niveles de excelencia de las mejores de EEUU y Europa: varias de Singapur, Hong Kong y China se ubican entre las mejores 20 del mundo.

Este círculo virtuoso que se refuerza automáticamente permite a las economías asiáticas enfrentar con optimismo el futuro y nos invita a pensar si los países de la región –y Chile en particular—están dispuestos a invertir de manera selectiva un monto importante de recursos para acortar la brecha tecnológica y de habilidades de su fuerza de trabajo. Parece que ya es hora de guardar el discurso y abrir la billetera.

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